Opinión

Los sombríos diagnósticos del kirchnerismo

por Jorge Raventos

Ingresando ya en el mes de las elecciones, todas las proyecciones de los encuestadores vaticinan (con diferencias levísimas) que la lista de Cambiemos se quedará con el triunfo en la decisiva provincia de Buenos Aires.

Los analistas que trabajan para el kirchnerismo no son una excepción. En el Instituto Patria reciben datos que no difieren demasiado de los que maneja el oficialismo. La señora de Kirchner parece resignada al segundo puesto. Esgrime el argumento de que lo que está en disputa es la segunda banca de senador, por la que compiten su compañero Jorge Taiana y la representante macrista Gladys González. Lo que la señora insinúa es que no perderá ella, sino Taiana.

Un diagnóstico interesado

Asediada por la perspectiva de una caída, la ex presidente recorre ahora más medios que los que visitó durante su último período y en las entrevistas que concede difunde un diagnóstico sombrío, sesgado (y errado) sobre la situación política. A ella no le interesa tanto acertar en el análisis como que éste sea funcional a sus propósitos. Y estos consisten en retener, incluso en la derrota, un botín electoral significativo para abroquelarse tras ese número rodeada de un equipo intenso de activistas. No necesita poderes adivinatorios para anticipar que los tiempos próximos prometen desventuras para ella y para su círculo.

Lo que ella transmite, sin embargo, es que la travesía del desierto que inició con sus fieles dos años atrás será un viaje breve porque el gobierno de Cambiemos tiene sus días contados en razón del modelo económico de ajuste y empobrecimiento colectivo que, según ella, se despliega desde el poder.

La expresidente acaba de reiterar sus conceptos ante el corresponsal en Buenos Aires del diario madrileño El País; dibujó un horizonte penumbroso: “Hoy en Argentina tenemos un endeudamiento feroz. En el conurbano bonaerense han vuelto a tener dos dígitos de desempleo, el poder adquisitivo de los salarios, de las jubilaciones, se ha derrumbado, la inflación ha crecido exponencialmente y el déficit fiscal también. Esto ya se probó. Esto ya lo vivimos en la década de la plata dulce durante la dictadura.¿Qué va a pasar cuando Argentina no se pueda endeudar más?”

Para la señora es indispensable reforzar los malos augurios y acentuar los tonos oscuros con los que pinta al gobierno de Mauricio Macri para minimizar los sacrificios que intuyen sus seguidores y disuadir a estos de la tentación de buscar destinos más prometedores.

Los datos objetivos no la acompañan demasiado: la pobreza, según las investigaciones actuales, ha retrocedido no sólo en relación al aumento que había experimentado en el primer año de gobierno de Macri, sino también comparada con la herencia que legó el último gobierno K. El gradualismo macrista no liquidó los planes sociales (como habían varticinado los voceros kirchneristas), sino que más bien incrementó su alcance y utiliza pragmáticamente la caja de herramientas económicas para reducir la inflación y estimular el consumo.

Entusiasmo oficialista

A diferencia de ella, los empresarios descuentan, en virtud del cambio de situación y de expectativas, que Cambiemos se impondrá en la provincia de Buenos Aires y se fortalecerá en el conjunto del país; un cambio que alienta expectativas reeleccionistas. Hasta sus competidores del peronismo no kirchnerista advierten esa posibilidad. “Cambiemos es una fuerza en ascenso- observó el jefe de los senadores justicialistas, Miguel Pichetto-. Y han demostrado que saben ganar elecciones”.

El mal análisis de la señora de Kirchner evoca el error análogo de la cúpula de Cambiemos en vísperas de las elecciones de 2015. En aquella ocasión, el sector hegemónico de la coalición apostó a la polarización total con el kirchnerismo partiendo de un diagnóstico desacertado: daban por sentada una crisis del sector externo que volcaría a la protesta a una mayoría ciudadana en reclamo de cambios. Esa crisis del sector externo no se verificó; el gobierno consiguió empujarla hacia adelante y endosarla al período siguiente. Pese al error de diagnóstico, Macri triunfo en el tramo decisivo de la elección presidencial gracias a una desastrosa decisión de su antecesora: ella designó a Aníbal Fernández como candidato K a gobernador bonaerense y así dio vuelta el resultado en la provincia principal y, por arrastre, en el ballotage presidencial que sobrevendría. Su conducción llevó el peronismo a la derrota y lo instaló a Macri en la Casa Rosada.

Es significativo que tanto aquel error de diagnóstico de Cambiemos como este análisis de la señora de Kirchner a contramano de los hechos objetivos, han sido y son fundamento de políticas polarizadoras, que simplifican exasperadamente la realidad y reducen todos los problemas a uno solo: “El Mal es monopolio de la otra parte, el Bien somos nosotros”..

A juzgar por los números, ese maniqueísmo no abarca a toda la sociedad que, de acuerdo a lo visto en las PASO, sólo le dio a esas facciones un tercio y otro tercio de los votos. Y que, ni siquiera con la tensión polarizadora agudizada con vistas a las urnas de octubre, se resignará a eternizar la grieta.

En rigor, lo que ya se puede observar es que, pese a las tácticas polarizadoras, protagonistas importantes tejen la tela de posibles acuerdos de convivencia para después de octubre.

Esos acuerdos están en la lógica íntima de la situación política. Más allá del entusiasmo que por estos días embarga al oficialismo y a la evidencia de que está fortaleciendo, no hay chance de que en los próximos dos años se pueda consolidar una hegemonía plena de Cambiemos que le otorgue autosuficiencia e independencia del resto de las fuerzas parlamentarias, provinciales y sociales.

Y si esto es válido para la fuerza que ejerce el gobierno, la fuerza del Presidente, lo es más para los otros jugadores: gobernadores, bloques parlamentarios competitivos, sindicatos, empresarios. Para construir se requiere un sistema de fuerzas que se asiente en acuerdos. Y, aunque la señora de Kirchner lo desee, no hay ninguna fuerza, como la que ella quiere diseñar, que pueda sabotear el juego colectivo desde la soledad de un extremo.

Acuerdo y ejercicio del poder

El fortalecimiento del gobierno vendrá en parte de las urnas, pero también de su flexibilidad y capacidad para alcanzar acuerdos y tejer sociedades con los demás actores constructivos y, por cierto, de la gestión que sea capaz de producir.

Los acuerdos necesarios no excluyen (más bien exigen) el ejercicio ponderado del poder para recortar con decisión obstáculos que traban el desarrollo y la convivencia.

La detención del jefe platense del sindicato de la Construcción no fue cuestionada –como subrayó el ministro de Trabajo, Jorge Triaca- por ningún dirigente sindical. Tampoco fuer resistida por la conducción de su propio gremio. Por el contrario, ésta acompañó la medida con una intervención propia de la seccional infectada. El Presidente destacó su decisión de barrer (o ayudar a barrer) conductas análogas a las que se adjudica al dirigente sindical detenido, en todos los sectores estratégicos, sin excluir el empresario, del que él mismo proviene.

En un período en el que se abren posibilidades de convergencia y construcción y cuando el gobierno de Cambiemos se entusiasma con su fortalecimiento potencial, vale la pena escuchar exhortaciones prudentes como este que el analista Eduardo Fidanza publicó ayer en su habitual columna del diario La Nación: “A un partido de desempeño luminoso, que ha prometido ética además de bienes materiales, hay que advertirle el lado oscuro: parecerse subrepticiamente al grupo que desplaza, sustituir los negocios de ellos por los propios, procurarse medios de comunicación y una Justicia adictos, enamorarse de sus herramientas sin considerar alternativas, ningunear a los aliados, postergar reformas estructurales por estimulantes de coyuntura, actuar con soberbia, despreciar la sensibilidad histórica y social, inventarse un círculo rojo de donde provienen todas las ideas antiguas, perjudiciales e incorrectas. Esta entelequia se parece demasiado a los sectores concentrados de Néstor y Cristina”.

Los riesgos que avisa Fidanza son, si se quiere, más creíbles que los diagnósticos oscuros que dibuja el aislado mundo K.

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